La vida interior puede ser más potente que lo que lo envuelve o, por el contrario, al haberse hecho coraza esta envoltura, asfixia al núcleo vivo. Tanto en un caso como en el otro, lo que falta es ese centro irradiante, sin el que la oposición entre la vida y la muerte no podría ser fructífera. Si el centro esta presente no hay oposición sino complementariedad.
En un primer estadio, esta forma de consciencia da una visión de la vida que oculta la Gran VIDA. Es el origen del sufrimiento específicamente humano. Sin embargo, es justamente la estrechez penosa de esta forma de consciencia, la que despierta la nostalgia del retorno a la unidad original de la vida. Es, asimismo, esta forma de consciencia, la que constituye el trasfondo del que se desprende, por su naturaleza singular, toda experiencia del SER cuando revientan los límites del Yo.
Si no se forma esta consciencia del Yo y del mundo (pensemos en los trastornos más graves del psiquismo, sin diferenciación yo-noyo), fundamentada en los contrarios, no puede darse una experiencia fructífera de la unidad trascendental de la vida.
El hombre está destinado a revivir interiormente esta unidad y a manifestarla en la existencia, siendo eso lo que da origen a su profundo deseo de dicha, de pleno cumplimiento y de paz.
Ese es también el motor de todo esfuerzo humano.
En un Yo bien formado, el hombre es permeable a su Ser esencial; de éste le viene la confianza en sí mismo y el sentimiento de estar en condiciones de afrontar la vida. De una relación justa entre SER y Yo vinculado con el mundo,depende que la vida humana pueda llegar a la plena realización. El centro sobre el que reposa y se construye esta relación es el Hara (bajo vientre) Karlfried Graf Durckheim
Si no se forma esta consciencia del Yo y del mundo (pensemos en los trastornos más graves del psiquismo, sin diferenciación yo-noyo), fundamentada en los contrarios, no puede darse una experiencia fructífera de la unidad trascendental de la vida.
El hombre está destinado a revivir interiormente esta unidad y a manifestarla en la existencia, siendo eso lo que da origen a su profundo deseo de dicha, de pleno cumplimiento y de paz.
Ese es también el motor de todo esfuerzo humano.
En un Yo bien formado, el hombre es permeable a su Ser esencial; de éste le viene la confianza en sí mismo y el sentimiento de estar en condiciones de afrontar la vida. De una relación justa entre SER y Yo vinculado con el mundo,depende que la vida humana pueda llegar a la plena realización. El centro sobre el que reposa y se construye esta relación es el Hara (bajo vientre) Karlfried Graf Durckheim
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